El miedo a ser rechazados

El miedo a ser rechazados (fobia social)
Por Joaquín Carrizosa


El miedo a ser rechazados se encuentra entre los grandes temores del ser humano. A mi juicio, se trata del segundo gran temor, después del miedo a la muerte.

Buscando el papel que ha debido jugar en nuestra evolución y supervivencia como especie, resulta claro pensar lo necesario que ha sido para nuestros antepasados ser bien considerados por los miembros de su comunidad. Como seres sociales que somos, hemos necesitado de la aceptación de los demás para sobrevivir. Aparte de eso, nuestra dependencia de los mayores cuando somos niños condiciona nuestro desarrollo posterior; son muchos los años que necesitamos de esos cuidados hasta poder salir adelante por nosotros mismos, al igual que cuando somos ancianos, que también necesitamos del cuidado de otros. Todo ello conlleva un marcado carácter social, una carga genética considerable y un aprendizaje que refuerza nuestro apego a los demás, nuestro temor a ser rechazados.

Pero, realmente.... ¿a qué tememos cuando somos, o mejor, cuando nos sentimos rechazados?... A quedarnos solos; a no poder sobrevivir.

Como todos nuestros temores, éste lo viviremos con mayor o menor intensidad en función de lo peligroso que consideremos para nuestras vidas lo que advierte ese temor. Y, como el resto de temores, esa advertencia puede ser fundada y realista, o infundada y ser producto de nuestra imaginación. Sea de uno o de otro modo, si nuestro ser lo considera convincente experimentaremos cada uno de los pensamientos que tengamos a ese respecto con mucho temor. Y, al igual que ocurre con el resto de nuestros temores, este miedo condicionará nuestras conductas, moviéndonos a evitar ser rechazados por los demás. De ese modo reforzaremos cada vez más nuestra creencia de que es terrible no obtener el beneplácito de todos cuantos nos rodeen, y nuestras sensaciones de angustia y malestar manifiestas cada vez que en nuestra mente aparezca uno de esos pensamientos que predican que somos rechazados por alguien, acabarán resultándonos intolerables; nos producirán tal aversión que tenderemos a evitar, no ya el rechazo en sí de los demás, sino las situaciones que despierten en nosotros esas sensaciones y pensamientos tan desagradables. Muchas de las personas con agorafobia presentan este tipo de miedo entre sus numerosos temores; y muchas de las personas con este tipo de temores presentan características muy similares a las personas con agorafobia cuando su temor es muy exagerado.

Cabe preguntarnos... ¿Por qué motivos somos rechazados por los demás? Podemos serlo por ser feos o poco agraciados físicamente, por ser violentos o poco sociables, por resultar ineptos, por pertenecer a distinta clase social o étnica, por tener algún tipo de enfermedad o tara física..., y por un abundante número de motivos totalmente subjetivo y a criterio de quienes valoren ese rechazo. Pero, si hay un motivo por el que a las personas no nos gusta ser o sentirnos rechazados, es el miedo al ridículo.

Nuestro sentido del ridículo es tal que puede llevar a las personas a cometer todo tipo de actos con tal de que los demás no le consideren ridículo, débil, torpe. Pero, al margen de la evitación de situaciones, violencia, o cualquier otra conducta que pueda desencadenar en las personas ese sentido, y de las emociones que nos provoca, lo que nos interesa en este capítulo es aprender sobre el mismo y cómo superarlo.
Para ello, basta observar el comportamiento y el sentimiento de las personas que sufren en extremo este temor. Sus vidas quedan muy limitadas, dado que su miedo les conduce a evitar todo tipo de trato con otras personas que no pertenezcan a su entorno más cercano. Hablar, comer o escribir en público les resulta una tarea, más que dificultosa, tremendamente sufrida. Para ello, su mente pone frente a su atención una y otra vez todo tipo de pensamientos alarmantes, que les mantienen entre alerta y vigilantes ante la posibilidad de que se presente una situación que favorezca el resurgir de esos pensamientos y sensaciones, ese malestar al que tanto temen; y angustiados cuando, por uno u otro motivo, sus temores hacen acto de presencia y se dispara su ansiedad.

La superación de este temor pasa, al igual que cualquier otro, por hacer un análisis profundo del fundamento de nuestros temores; por la correcta observación de nuestras sensaciones y pensamientos, para aprender a tolerar tanto a unas como a otros; y por la aplicación del pensamiento y conductas adecuados.

Al analizar los fundamentos de nuestros temores, al margen de la carga genética que al respecto podamos tener, y de la comprensible función que para la supervivencia como especie haya podido realizar este temor en nosotros, podremos llegar a comprender que nuestro temor es infundado. Para muchas personas resulta terrible, y lo experimentan como tal, el mero hecho de que una o más personas les puedan rechazar, porque creen que resulta vital para ellos su aprobación, o, de que menos, perjudicial para su bienestar dicho rechazo, aunque no sean conscientes de esa creencia (cognición). Ese tipo de creencia y de reacción resulta común en todos nosotros, en función de lo importante que nos resulte la persona o personas de quien consideremos su rechazo; si bien, para muchas personas, en especial quienes sufren lo que se denomina fobia social, interpretar que son rechazados por cualquier miembro de la sociedad supone experimentar un alto grado de ansiedad y angustia, con las consecuencias que ello les conlleva. El juicio que de ellas puedan tener personas cuyo beneplácito o desaprobación no supondrá nada para su vida o su bienestar, pues no son determinantes en su actividades ni en sus relaciones afectivas, o en cualquier otro área de importancia para su bienandanza, adquiere carácter vital para estas personas, y como tal lo sienten en innumerables situaciones, debido a la visión distorsionada y carente de buena observación, a la creencia que se han forjado gracias, una vez más, a sus pensamientos, a sus sensaciones, y a la interpretación de ambos, y a su comportamiento esquivo de aquellas situaciones que les causan ese temor.

Pero no sólo aquellos cuyas vidas quedan limitadas en extremo por el temor a la opinión que merezcan a los demás sufren por esa causa; pues, aunque no tan extremadamente, todos, unos más y otros menos, nos dejamos afectar por ese miedo, evitando algunas situaciones innecesariamente y sintiéndonos mal en muchas otras por ello.

¿Cómo podríamos superar ese temor?

Podemos renunciar voluntariamente al beneplácito de los demás y sentirnos bien; podemos no necesitarlo y sentirnos totalmente a gusto por ello. Pero, además, si analizamos lo vital que para nosotros resulta no ser rechazados, podremos llegar a la conclusión de que, a lo sumo, lo más que nos podría pasar por ser rechazados es que nos rechazara absolutamente todo el mundo, quedar completamente solos, lo cual resultaría prácticamente imposible; pero, aun en el caso de que fuera posible, siempre nos tendríamos a nosotros mismos y podríamos sobrevivir a ese hecho.

Lógicamente, cuanto más a gusto estemos con nosotros mismos y más nos conozcamos y comprendamos, mejor sobreviviremos en esas circunstancias; pero, eso también nos ocurre ahora, pues, mediante un correcto conocimiento interior será difícil que nuestros temores nos condicionen, y menos en extremo, lo que supone un grato bienestar. Además, ante un correcto conocimiento interior surgirá una mayor aceptación de nosotros mismos, en cualquier circunstancia; y, cuando nuestra imaginación tenga a bien traernos el supuesto de la soledad a nuestra mente, ésta comprenderá que, aun en ese supuesto, la vida no resulta tan trágica, pues nos tenemos a nosotros. Ello restará ansiedad a ese temor y lo pulirá notablemente.
Así pues, si queremos superar ese temor, deberemos meditar esto y utilizar toda la fuerza que nos dé la razón sumada a las ganas de vivir plenamente esta vida, sin absurdos condicionamientos que nos limiten tan extremadamente.

Una vez hecho esto, nuestro siguiente paso debe ser el de perfeccionarnos en la práctica de aprender a observar y tolerar nuestras sensaciones y pensamientos; lo que ya expusimos en anteriores capítulos. Cuando tengamos el suficiente manejo, podremos observar cómo, efectivamente, nuestras sensaciones de ansiedad y angustia se manifiestan a la par que el pensamiento que nos las provoca, si bien puede ser seguido por otros pensamientos que mantengan e incluso aumenten nuestra ansiedad, guarden o no directa relación con el pensamiento que causó nuestro temor originalmente.

Ya con cierta habilidad en esta práctica, deberemos esforzarnos en aprender a cambiar nuestros pensamientos, infundados e irracionales, por otros más adecuados, lo que deberemos hacer en el momento en que aparecen nuestros pensamientos alarmantes. Así, a modo de ejemplo, si pensamos que no podemos hacer tal cosa porque alguien puede pensar que somos... ridículos, deberemos pensar, aunque nos cueste mucho trabajo hacerlo, una y otra vez, que ese no es motivo para que no podamos hacer algo, para que quedemos privados de poder hacer tal cosa. Eso no quiere decir que por el mero hecho de pensarlo y llevar a cabo la acción que nos hemos propuesto emprender aun a pesar de nuestro temor al rechazo, no vayamos a experimentar ansiedad, en absoluto. Experimentaremos tanta ansiedad como nuestro ser, a pesar de nuestra razón, considere de perjudicial para nuestro bienestar llevar a cabo esa acción.

Sin embargo, nuestra práctica de la meditación y nuestro empeño deben ser suficientes para aguantar y comprender nuestra ansiedad hasta que ésta resulte más tolerable; pues, en la medida que dejemos de evitar todas aquellas situaciones que evitamos únicamente por nuestro temor a ser rechazados, a la vez que vayamos adquiriendo destreza en nuestra atención a las sensaciones y pensamientos, y en la tolerancia de aquellas y el cambio de éstos por otros más adecuados, nuestra ansiedad ante ese tipo de situaciones será mucho menor y podremos realizar todas aquellas actividades de que nos privamos por el mero hecho de creer que es terrible que los demás nos rechacen.
A todo ello, hay que sumar que, al igual que las personas influenciadas por la emoción de la pérdida tienen una visión discriminatoria de la realidad, mediante la que ven predominantemente aquellos aspectos que les resultan negativos, cargados de pesimismo y auto-recriminación, las personas que sufren este temor (como otras que sufren otros temores) tienden a ver motivos de rechazo por doquier y, aunque sólo resulten producto de su imaginación en la mayoría de ocasiones, ello no impide que los vivan como ciertos.
De ese modo, deberemos aprender a considerar que, aparte de que no tiene esa vital importancia que seamos ciertamente rechazados, no lo somos en absoluto tantas veces como creemos apreciar, influenciados por nuestra particular y discriminatoria visión.

Pero, en el caso de que así fuese, deberemos aprender a observar a la gente como es: personas que, como nosotros, cambian y están en constante movimiento. Difícilmente podremos encontrar a alguien con una opinión única e inamovible. Al igual que nosotros, los demás tienen pensamientos contradictorios unos de otros, respecto de otras personas o de cualquier tema en general. Nuestro modo de pensar varía en función de multitud de circunstancias; nuestro aprendizaje, nuestro entorno e influencias, nuestro estado de ánimo, etc. ¿Quién no ha opinado de forma positiva en alguna ocasión de alguien y, en otra ocasión, de forma negativa? Incluso en instantes consecutivos se puede dar esa disparidad de opiniones condicionadas por múltiples motivos.

Nuevamente, nosotros no podemos cambiar el modo de pensar de los demás, aunque podamos influir en él. No está en nosotros decidir si caemos bien o mal; por consiguiente, desear que seamos siempre bien recibidos, aceptados y que todos nuestros actos caigan en gracia a los demás, resulta una tarea imposible.

Así pues, y a modo de resumen, mi consejo para superar ese temor es el siguiente:

Práctica con las sensaciones y con los pensamientos que las provocan, para aprender a modificar éstos.

Meditar acerca de la importancia que para nosotros tiene la aprobación de los demás.

Renunciar al deseo de aprobación.

Afrontar las situaciones que debamos llevar a cabo en nuestra vida cotidiana y que evitemos por ese temor. Si nuestras limitaciones son muchas, comenzaremos por afrontar las tareas que nos resulten más asequibles y continuaremos realizando otras de mayor dificultad..."


Este y otros contenidos podrá descargarlos gratuitamente del libro "Meditación práctica, aquí y ahora"

No hay comentarios: