Perfil epidemiológico de la vejez

Perfil epidemiológico de la vejez


En México el perfil epidemiológico (Consejo Nacional de Población, CONAPO, 2002) inició su transición más importante el siglo pasado, a partir de los años sesenta, a diferencia de los países industrializados o del primer mundo, los cuales ya la habían puesto en práctica al iniciar dicho periodo. La transición mexicana presentó peculiaridades específicas, mientras que en los países más avanzados la transición consistió en cambios en los estatus, de infecciosos transmisibles a procesos crónico degenerativos.

Si bien es cierto que se empezaron a detectar e incrementar las enfermedades crónicas, no por eso desaparecieron completamente las infectocontagiosas, cuyo decremento ha sido paulatino, pero sin que se hayan evitado por completo, particularmente debido a los determinantes sociales que afectan la salud, como la pobreza, la falta de servicios y el desempleo. Éstas son constantes reiterativas que inciden en la salud individual y colectiva, pues aunque se dé tratamiento específico para atacar el daño a la salud presentado en ese momento y este funcione, el sujeto regresa a su hábitat, en el que los determinantes de la salud lo vuelven a colocar en situación de indefensión. Como ejemplo podemos mencionar que cuando un vaso está sucio se lava y queda limpio, pero si vuelve a usarse se vuelve a ensuciar, reciclando el fenómeno.

Pero a pesar de seguir padeciendo las enfermedades infecciosas, las crónico-degenerativas se han ido posicionando como las de mayor incidencia y prevalencia en los índices de morbilidad y mortalidad dentro del contexto nacional y estatal. El área de influencia del centro de Salud de Santa Úrsula Coapa no es la excepción, circunstancia que acompaña a la transición demográfica, la cual viene incrementando la población adulta al verse mejorada la esperanza de vida, gracias a un mejor control de las enfermedades crónico-degenerativas, aunque este control sólo signifique un aumento en la longevidad, pero con un costo importante en la calidad de vida de los gerontos.

De acuerdo a las proyecciones de CONAPO (2002), ya había en nuestro país 8 millones de adultos mayores para 2000, considerando que las cohortes más grandes aparecieron entre 1940 y 1980, debido primeramente a las políticas para poblar el país, el control de la mortalidad por enfermedades transmisibles y al control de la morbilidad de las enfermedades crónicas.

Lo anterior modificó el panorama demográfico, incidiendo de una manera definitiva en la esperanza de vida, misma que ha ido en aumento, pasando de 34.9 años en 1930, a 74 años en 2002 y a 77 en promedio actualmente, pero con mayor prevalencia para las mujeres con más de 80 años en su sobrevivencia (CONAPO 2002).

Estas modificaciones no son exclusivamente debidas a los fenómenos referidos. También se deben considerar las políticas de planificación familiar, las cuales se empiezan a aplicar al observar el crecimiento de la población, por lo que se abocaron a buscar un equilibrio, ya que en 1962, de acuerdo al CONAPO (2002), se alcanzó el máximo histórico en las tasas de fecundidad, cuando las familias tenían 7.26 hijos por pareja. Al implantarse las políticas para regular el número de nacimientos, se pudo lograr que actualmente la tasa global de fecundidad sea de 2.27 hijos por mujer.

Sin embargo, las circunstancias están dadas para el incremento en el envejecimiento de la población, ya que las cohortes más numerosas de los años sesenta comenzarán a ser viejas o mayores de 60 años a partir del año 2020 y esto se detendrá hasta después del 2050, cuando se espera que comience a darse un equilibrio en todos las cohortes de la población.

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